El fumar se va a acabar

Relato XXIV.

Llegó Septiembre y llegaron las buenas intenciones. Decidí dejar de fumar.
Un amigo íntimo, también fumador, quiso embarcarse en el intento y para empezar nuestra desintoxicación nos fuimos a la playa a pasar el fin de semana.
El viernes yo ya estaba que me comía las uñas, cosa que nunca había hecho. El sábado la ansiedad me corroía, pero lo superé. Y el domingo ya no sabía ni qué hacer. Caminé la playa de arriba a abajo varias veces y hasta hice cinco hoyos en la arena. Pero lo más curioso es que mi amigo estaba como si nada.
Me acerqué a él y le dije:
-Oye, ¿de verdad que tú no tienes ansiedad?
-No, la verdad es que no. Estoy bien.
Y le digo:
-Voy a ir al chiringuito a por un refresco, ¿quieres algo?
-Sí porfa, tráeme otro a mí.
Cuando llegué, el del chiringo estaba fumando y tenía el paquete de tabaco sobre la barra.
Y pensé: «le voy a pedir un cigarrillo, le doy unas caladas a escondidas, y ya nunca más»
Me giré para asegurarme de que mi amigo no estaba mirando y le vi agazapado bajo la sombrilla, en una postura imposible, fumando.

¡Vaya par! ¡Qué difícil es dejar de fumar!

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